miércoles, 26 de mayo de 2010

Educación gratuita: una utopia innecesaria, mejor apuntar a la regulación



El 1980 apareció la primera universidad Privada en Chile: Gabriela Mistral y esa irrupción marcó el inicio de una nueva era en la educación superior. Ya no sólo las llamadas “tradicionales” tendrían el interés de los egresados de la media, pues poco a poco comenzarían a nacer nuevas instituciones de educación superior dando inicio al mercado de la educación.
Ahora, con esta nueva modalidad comienza a quedar atrás la antigua educación gratuita que seguramente muchos de nuestros padres pudieron optar, quedando obligados a iniciar la competencia con el resto de las universidades que a estas alturas del nuevo siglo ganan terreno y compiten de igual a igual en calidad.
Pero para seguir hablando de competencia se debe añadir a la discusión el arancel que año tras año causan más de un dolor de cabeza a los estudiantes y en especial a los padres de éstos: Así es, ya que muchas veces la des-regulación del mercado educacional donde cada casa de estudios fija su precio según las variables que arbitrariamente ellos delimitan, hacen que la educación se torne un lugar sólo para privilegiados, ya sea por sus capacidades “intelectuales” o bien por la capacidad del “bolsillo” para poder costear muchas veces montos millonarios que no se condicen con el ingreso promedio que en Chile ronda los 400 mil pesos.
Pero cuál es la solución para este embrollo: lo primero que hay que decir es que cualquier resolución al respecto está lejos de las posturas radicales que algunos dirigentes estudiantiles proliferan por las calles, la cual pretende que las universidades tradicionales vuelvan a ser gratuitas porque ahí estudian los mejores: Nada de eso es cierto, ni nada de eso es factible a esta altura del partido cuando el libremercadismo lidera las economías mundiales. Porque ya no sólo en las Universidades de Chile o Católica se entrega educación de excelencia, ya que en la privadas el perfeccionamiento de sus mallas curriculares y el nivel de los profesores ha mejorado y en muchos casos iguala y supera a las prestigiosas tradicionales. Por ello no es viable ni correcto apuntar a ese sentido.
Por eso, para lograr que el mercado sea más justo, se debe instalar un ente regulador que supervise la calidad de las universidades privadas y tradicionales y junto a ello el arancel que cobran proponiendo como ley que si un alumno ingresa con un arancel determinado, ése mismo permanezca congelado durante todo el tiempo que se extiende su carrera: es decir; si Medicina tiene un valor de 3 millones de pesos cuando el alumno se matricula, ese mismo valor sea el que deba pagar durante los años que esté estudiando. Porque no puede ser que todos los años -de acuerdo a variables parciales que fija la universidad- se esté elevando año tras año el precio de la educación. Si bien estamos de acuerdo en que debe existir un precio, ese debe ser justo y trasparente, determinado en conjunto con el Estado que será finalmente el que deberá velar por el cumplimiento de ese precio.

Carlos Alonso
Periodista Economía La Nación.

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